15/11/2023
Que algo nos ha de pasar (Segunda Parte)
Juan Granados Valdéz
La existencia humana se vertebra en una serie de oposiciones de orden dialéctico casi contradictorias que le afectan de manera central.
El ser humano es, pues, y de alguna manera, una modesta coincidentia oppositorum, como dice Miguel García Baró (2022), cosa que se descubre, como se decía, desde la condición de que tiene de pasarnos algo inevitablemente. La existencia humana se vertebra así en una serie de oposiciones de orden dialéctico casi contradictorias que le afectan de manera central.

El ser humano constituye así un ámbito de paradojas. Se encuentra, en su existencia, en situaciones paradójicas. Hace no mucho MGB destacaba siete situaciones paradójicas, entre las que se cuenta, como la más básica, a mi modo de ver, la de que inevitablemente nos ha de pasar algo. Esta es, pues, la primera situación paradójica. Es la situación de la transpasibilidad y la transposibilidad. La segunda es la de que nos conocemos y a la vez no nos llegamos a conocer; la tercera, la de que alcanzamos la realidad y a la vez nunca llegamos a alcanzarla del todo; la cuarta, la de que la vida es fácil y a la vez no resulta serlo; la quinta, la de que somos objetivables y no; la sexta, la de la verdad y la acción; y la séptima, la de la soledad y la intercomunicación. Trataré de presentar las siete situaciones lo mejor posible.

La primera situación paradójica es la de la primacía y originalidad de que inevitablemente nos ha de pasar algo y de que hemos de actuar, es decir, es la de la pasividad y la actividad, la de la transpasibilidad y la transposibilidad, la de la acción y la pasividad. No ha faltado quien haya enfocado y enfatizado que con la acción yo hago lo que me convierte en lo que llegará ser mi figura en la realidad. En la acción me juego el conocimiento de y para esa acción, esto es, la acción le añade algo al conocimiento con el que éste no cuenta. Estamos embarcados, no podemos negarlo, en la acción todo el tiempo. Es tan así que sólo en la acción sobreviene el logro o el malogro de nuestra existencia, y esto hay que tomarlo en serio. Sin más, en la acción consiste el ser humano, podemos asegurarlo. Pero no es así del todo.

¿Y qué es lo que inevitablemente ha de pasar(nos)? ¿Y qué nos pasa, a pesar de no quererlo, que resulta inevitable que nos pase, sea una u otra cosa? A nivel fisiológico, diríase, nos pasan pasarán o están pasando el envejecimiento, las enfermedades, las lesiones, los cambios hormonales y los cambios de peso. A nivel psicológico nos pasan, pasarán o están pasando las emociones, el estrés, la ansiedad, la depresión y los traumas, por mencionar sólo algunos casos. A nivel social nos pasan ,pasarán o están pasando los otros en la modalidad de familiares, amigos o enemigos o compañeros, las actividades con ellos, las normas de etiqueta o comportamiento y los cambios que se dan en las sociedades. A nivel cultural nos pasan, pasarán o están pasando las influencias culturales, los sentidos de pertenencia o de exclusión, la hibridación, las festividades y todo aquello llamado a conformar aspectos identitarios. Hay casos en los que nos puede pasar una crisis religiosa y con ella nos pasa que nos cuestionamos nuestras creencias, perdemos la fe, buscamos otras creencias y entramos en una relación conflictiva con nosotros mismos. Nos puede pasar también que vivamos una crisis financiera y con ello nos pasen la pérdida del empleo, las dificultades de adquisición de bienes, la inseguridad financiera, la disminución del valor de las propiedades y la dificultad para obtener un crédito. Podríamos vernos envueltos en un proceso judicial, civil, penal, mercantil o del tipo que sea y eso lleva consigo otras más cosas que han de pasarnos. En caso de que haya una guerra, y de que se la viva, esto es, nos pase (por encima), y en el supuesto de que no pierda la vida, también advienen o puede ocurrir que nos pasen lesiones y traumatismos, que perdamos seres queridos, nos veamos forzados a desplazarnos, suframos escasez de recursos y traumas psicológicos. En una pandemia, piénsese también como ejemplo, nos han de pasar la enfermedad misma, con la gravedad o levedad de síntomas que se den, la preocupación y la ansiedad por ella, los cambios de estilo de vida y de rutina, además del respectivo aislamiento social, voluntario u obligado. Y lo anterior ya lo hemos experimentado muchos hace muy poco. A la guerra y la enfermedad le sigue la hambruna y en caso de que nos alcance nos ha de pasar o hemos de pasar por la desnutrición, la malnutrición, las enfermedades derivadas de ello, la escasez de recursos básicos. A la muy actual crisis ambiental, que a todos nos pasa, también se suman la contaminación, mayor o menor según las zonas, la escasez de recursos naturales, el desplazamiento forzado, las enfermedades y los impactos a la salud mental. En una catástrofe natural nos puede pasar que perdamos la vivienda, que suframos lesiones o daños físicos, que perdamos a nuestros seres queridos, que no consigamos los recursos básicos y que tengamos que desplazarnos muy a pesar nuestro, por no mencionar los traumas psicológicos. A punto de morir, en una guerra, en una pandemia o durante una hambruna, no dejan de pasarnos cosas. Se notan cambios de diversa índole, física y psicológica. La muerte es lo último que nos ha de pasar. Y aunque algunos eventos pueden a algunos parecer extraordinarios o previsibles, no dejan de pasarnos cosas a niveles más cotidianos. En una borrachera, por ejemplo, nos pasa que perdemos las inhibiciones, se nos deteriora el juicio y la coordinación, perdemos la memoria, nuestra salud se pone en riesgo y enfrentamos dificultades varias tanto físicas como emocionales. Nos pasan también los dolores de muela y lo escandaloso que ello resulta. En resumen, nos pasan enfermedades, desastres naturales y humanos, accidentes y sucesos varios, pero impredecibles. Esto último es clave, ya que la enumeración anterior puede hacer pensar que podemos prever o ponderar lo que puede pasarnos, pero no es así. Esto es, claro que la experiencia ajena nos da una pista de lo que puede pasar, pero que haya pasado a otros no quiere decir que nos pasará igual ni que nos haya de pasar si quiera. Y si nos pasa, no podemos prever cómo será, qué tan intenso ni cómo reaccionaremos nosotros.  

Como las enfermedades, lo que nos pasa, lo padecemos.

Entonces, y a la vez, el ser humano es el ser al que le pasan cosas, y, por tanto, es, en buena medida, pasivo, antes que activo. Y las cosas que le pasan son tan importantes como o, incluso, más que lo que él hace. Es cierto que lo que él hace es importante, pero lo es muchas veces por reacción a lo que a él le pasa. Una de las definiciones más completas y fuertes que puede hacer del ser humano es la de que es el ser al que le ocurre algo, mientras que, al resto de seres, en realidad, no les ocurre nada, porque no tienen tampoco el fenómeno de la verdad. El ser humano se revela a sí mismo, se manifiesta a sí mismo en lo que le pasa. A nosotros nos pasan cosas y este pasarnos cosas es esencial en el desarrollo de nuestra existencia. Y, a la vez, es la acción, sin embargo, aquello que nos configura en lo que somos en realidad. Es verdad que estamos necesitados de que la realidad nos ofrezca golpes muy duros para que se manifieste con plenitud lo que en el fondo llevamos nosotros y las posibilidades de lo que podemos ser. Al ser humano le tienen que poderle pasar cosas que no controle. Le tienen que poder pasar cosas de tal categoría tanto en el orden de la abundancia de sentido como en el orden de la ausencia de sentido, tanto en el orden de la plenitud como en el orden del riesgo de la nada. Es esencial que eso le ocurra al ser humano. Está abierto a eso y su condición es estar abierto al acontecer de su propio existir.

Ahora bien, de la primera situación paradójica, en cierto sentido, se desprenden las siguientes. La segunda situación paradójica es la de que me conozco y me desconozco a la vez. Yo mismo estoy conmigo mismo en un contacto inmediato. De la cuna a la sepultura soy, para mí, lo más conocido. Casi, en cierto modo, soy lo único conocido para mí. Y sin embargo me desconozco, por lo que necesito iniciar siempre investigaciones que me lleven a conocerme. Pero no porque conocerme sea lo esencial, sino porque lo que debo hacer (la acción basada en ese conocimiento) ha de ser un factor esencial para mi realización. Es decir, debería poder decir de alguna manera quién soy yo, porque lo que yo soy, que además es autoconsciente, se me revela a mí mismo con frecuencia, pues me está tan cerca y, sin embargo, necesito conocerme a mí mismo y para hacerlo necesito recurrir a alteridades, que son decisivas en la constitución de una vida.

A esta situación le sigue, como tercera, la de que no alcanzamos la realidad, ya que, si lo real de verdad es lo que tiene autoconciencia, nunca alcanzamos la realidad, ni siquiera en el mayor sufrimiento. No debe esto hacernos pensar que la realidad es tan sólo una cosa, sino más bien que la realidad traspasa con mucho los límites de lo que un ser humano es capaz de pensar y de considerar.

La cuarta situación paradójica es la de la facilidad y la dificultad de la vida. Hay quienes han dicho que el modo en el que nos hemos puesto en la realidad, el modo en el que advenimos, cuando nacemos es el modo que deberíamos conservar para siempre. Se trata, como ya se veía, de un fanatismo. El niño pequeño ha sido puesto, es cierto, en la realidad y a partir de ésta, ella misma tendrá que írsele manifestando o haciéndosele verdad. A partir de esa inserción inicial en la realidad, que no es equivocada, errónea o defectuosa, se ha de desarrollar la historia de la verdad. Pero el modo en el que un niño comprenda la realidad y se comprenda a sí mismo y el desarrollo de esa verdad está sometido a infinidad de errores, extravíos y errancias. Esto es, el ser humano que quiere actuar y a la vez le pasan cosas fundamentales, es también, por una parte, alguien que quiere conservar la situación de su nacimiento, pero, por otra parte, sabe muy bien que no la puede conservar. Es decir, aquello con lo que nace querría conservarlo, aumentarlo y no relacionarse con ninguna clase de alteridad, cual fanático. Y, sin embargo, es evidente que el mantenimiento de esa actitud sólo puede llevarlo al desastre, a la falsedad y al malogro de su vida. Con otras palabras, hoy nosotros queremos que nuestra vida sea siempre fácil, pero, como es evidente que encuentra obstáculos, queremos reducirlos todos a problemas solucionables de manera técnica.

La quinta situación paradójica es la de que el ser humano es objetivable e inobjetivable. Si todo se reduce a problemas, todo se reduce a soluciones técnicas. Hay un médico para cada enfermedad. Pero los problemas no son las únicas realidades a las que se enfrenta el ser humano.

La sexta situación es la de que la verdad crece con la acción y ésta se funda en aquella. No podemos actuar más que desde la verdad; si no, actuaremos en falso y en la inautenticidad, en el malogro de nosotros. De alguna manera debemos abrirnos a la verdad e, incluso, hacerla en muchos sentidos y a propósito de lo que nos pasa y de las reacciones en nuestra acción.

La séptima situación paradójica es la de la soledad radical y la comunicación interhumana. El ser humano está solo, pero no puede ser un individuo pleno sin la comunicación con otros. Es individual y a la vez esa individuación está abierta a la alteridad en varias formas. El ser humano es un ser carente que tiene conciencia de sus de sus carencias y que entonces quiere. El ser humano no necesita desde el principio tanto la leche materna como a la madre. Lo importante no es el alimento o la bebida sino el modo en el que el alimento y la bebida nos llegan. Lo importante es, en la búsqueda de nuestras carencias, una referencia a una alteridad que no es el pan, el agua o el aire, sino, desde el comienzo, la exigencia de cariño, de amor y de comunicación, que no parece que esté incluida en el repertorio biológico del resto de seres vivos. El ser humano tiene una sed de alteridad interpersonal que no se le puede negar, evidente y, sin embargo, la alteridad que yo deseo no siempre es la alteridad que deseo. La alteridad que deseo muchas veces debe ser superada por alteridades que sólo se me revelarán cuando las queridas fracasen, se pierdan, se quiebran.

Bibliografía consultada

García-Baró, M. (2016). “Prefacio” en Bara, S.-Sánchez, A. (2016). El amor, lo sagrado y lo político. Madrid: Universidad Pontificia de Comillas.

García-Baró, M. (2019), “¿Qué se mueve en filosofía en este siglo XXI?”, https://theconversation.com/que-se-mueve-en-filosofia-en-este-siglo-xxi-113308

García-Baró, M. (2004). De Homero a Sócrates. Invitación a la filosofía. Madrid: Sígueme.

García-Baró, M. (2022). ““La persona y el fenómeno de la verdad”. Conferencia dictada a distancia para el Instituto Hápax. (https://www.youtube.com/watch?v=hBJMbOMf9nM&t=5769s).

Benjumea, R. (2019), “Señor, ¿qué hay de lo mío?”, https://alfayomega.es/senor-que-hay-de-lo-mio/

García-Baró, M.-Septién, J. (2011), “En cada presente hay un prójimo y ahí se mide la caridad”, https://es.catholic.net/op/articulos/46937/cat/417/en-cada-presente-hay-un-projimo-y-ahi-se-mide-la-caridad.html#modal