10/1/2022
Los maestros de Chartres: guardianes de la ciencia medieval
Gabriel González Nares
La apertura y curiosidad por el mundo natural que se desarrolló en la Escuela de Chartres permitió el desarrollo de las ciencias.

Mucho se ha dicho que la Edad Media es una época de oscuridad. Que la tradición cristiana provocó un periódo sin ciencia, donde la razón fue perseguida. ¡Cuánto habríamos avanzado si no hubiese existido la Edad Media!- dicen algunos-. Pero esta consideración es falsa porque no corresponde con la realidad. Al contrario, la Edad Media occidental es fundamento para el desarrollo de la ciencia. Sin sus propuestas filosóficas y académicas no habrían existido las condiciones suficientes para el desarrollo científico, tecnológico y social. 


El siglo XII en el Norte de Francia reunió las condiciones suficientes para el surgimiento de una alta cultura científica, humanista y literaria en el seno de un ambiente cristiano. Previa la fundación de lo que ahora conocemos como universidades existieron las escuelas catedralicias, que eran un conjunto de maestros y estudiantes a cargo del obispo de la ciudad. Había también otras escuelas a cargo de nobles y monasterios: las escuelas palatinas y las escuelas monásticas. Todas ellas tomaron de modelo de estudios la división de las disciplinas filosóficas que se había hecho durante la Antigüedad tardía. De modo que todas ellas se convirtieron en centros de conservación de los textos y la cultura clásicos.


La Escuela de Chartres, al oeste de París, descolló entre estos centros de estudios. Al amparo del obispo y con la ayuda de los duques de Normandía y otros nobles, la escuela recién abierta atrajo a muchos estudiosos al diálogo y al aprendizaje. Así, al amparo de Fulberto de Chartres, se fundó la escuela, que fue precursora de los estudios universitarios, con espíritu de totalidad de los conocimientos, de diálogo y de sistematicidad. Quizás las características más llamativas de esta escuela medieval son: la apertura y curiosidad por el mundo natural, la capacidad de diferenciar Creador y creaturas, que permitió el desarrollo de las ciencias y la división y especialización de las disciplinas estudiadas.



  1. Apertura y curiosidad al mundo natural


Los maestros de Chartres, o también llamados carnotenses, fueron grandes cultivadores de la sabiduría antigua. En las librerías de sus estantes pervivieron los clásicos grecolatinos y llegaron los textos de los sabios musulmanes. Como fue tradicional desde la época de San Agustín, estudiaron las disciplinas liberales divididas en dos secciones. Para el estudio de la palabra y el pensamiento usaron el Trivium: las tres vías: gramática, dialéctica y retórica. Para el estudio de la realidad natural usaron el Quadrivium, las cuatro vías: aritmética, música, geometría y astronomía.


En cuestiones de lógica, gramática y retórica leyeron los carnotenses -incompleto. el Órganon de Aristóteles, la Isagogé de Porfirio, así como las obras de Donato, Quntiliano, Prisciano y Cicerón.. También leyeron a los poetas latinos como Horacio y Juvenal. En materia de la ciencia natural fue fundamental el Timeo de Platón, comentado por el diácono Calcidio. Asumieron el pensamiento matemático de Pitágoras, Euclides, Nicómaco de Gerasa y Boecio. En la astronomía revisaron a Ptolomeo, Marciano Capella, Firmicio Materno y Macrobio. También estuvieron en contacto con las obras de Galeno, el médico, y de filósofos árabes como Avicena o Al Juarismi. 


Sin duda, los maestros de Chartres tuvieron un interés particular por el mundo natural. Esto se debe a su consideración de la bondad del mundo como efecto de la bondad de Dios. Si el mundo es creado, y tiene algo de su Creador, es legítimo estudiar al mundo como efecto de la bondad divina. Sin embargo, también es valioso estudiar las realidades naturales por sí mismas, no sólo porque proceden de Dios. 


  1. Diferencia entre Creador y creaturas: sólo así es posible hacer ciencia


El cultivo de las ciencias fue fundamental en Chartres. De hecho, el lugar se caracterizó por su flexible y curioso naturalismo. Podríamos pensar que los intereses teológicos harían nulo el esfuerzo por contemplar la naturaleza. Sin embargo hay dos consideraciones que aclaran la intención del estudio de la naturaleza que tienen los carnotenses. Por una parte (1) La diferencia entre las creaturas y el Creador permite el estudio separado de cada uno de ellos, (2) el estudio de las cosas creadas lleva a Dios como Creador en tanto que sea considerado como Causa primera. 


El mismo Guillermo de Chartres indica que el estudio de las cosas creadas lleva al estudio del Creador. De modo que ¿la independencia de los métodos de las ciencias particulares y naturales, como la física, la astronomía o las matemáticas, se debe al respeto por la teología y la Sagrada Escritura? No tanto así, sino que la independencia viene de la consideración del respeto del objeto que cada ciencia. A cada ciencia le corresponde un método, de modo que sería inadecuado estudiar una ciencia con el método de otra. 


La distinción filosófica y revelada entre Dios y las creaturas permite no confundirlos como la misma realidad, sino como causados y Causa. Gracias a esta distinción, cada uno de ellos, la causa y lo causado, puede  ser estudiado con independencia metodológica, sin que haya aislamiento entre ellos, sino algunas relaciones. Esta distinción también permite el progreso del conocimiento de la realidad, así como el reconocimiento de la autoridad de quien se dedica a cada ciencia, y de las leyes propias que en ellas va descubriendo.


  1. División y especialización.


Los maestros de Chartres dedicaron mucho tiempo a comentar las autoridades tradicionales, pero también a investigar nuevos temas por su cuenta, tales como la geometría (con efectos arquitectónicos), la astronomía (con efectos calendáricos) y la física (con efectos explicativos de la realidad material). La independencia entre las ciencias permitió la especialización y el consecuente progreso de ellas. De otro modo habría sido difícil que un grupo de generalistas tuvieran la capacidad de profundizar en todas las ciencias al mismo tiempo.


Así vemos las valiosas aportaciones sobre la relación entre fé y razón de esta escuela medieval francesa. Por una parte, el interés en el mundo natural tomando en cuenta la autoridad de muchas personas sin importar su etnia, religión o época. Por otra parte, la separación entre teología y ciencias naturales, derivada de la diferencia entre Creador y creatura, o Causa y causado, es fundamental para poner límites entre cada disciplina, para que cada una progrese con su propia autoridad, sin que, por ello, estén incomunicadas. Por último, la capacidad de la especialización permitió el avance de cada ciencia, así como el diálogo entre ellas.


La Escuela de Chartres poco a poco se fue disgregando a finales del siglo XII y principios del siglo XIII, cuando otras escuelas, de ciudades más grandes, comenzaron a  tener más fama. Esta fue la oportunidad de las universidades para ser fundadas, tales como las de París, Oxford o Salamanca. Sin embargo, el legado de Chartres vivió en la posteridad en la filosofía Occidental. Por ejemplo, los maestros de la popular escuela de la Abadía de San Victor, de París, fueron estudiantes en Chartres. Y grandes filósofos del siglo XIII como Santo Tomás de Aquino o San Buenaventura fueron discípulos de los maestros de la Escuela de la Abadía de San Victor. De modo que su legado, aunque algo discreto, pervive en la tradición occidental


Gabriel González Nares
Filósofo
Licenciado en filosofía por la Universidad Panamericana. Profesor de la mencionada universidad en la modalidad abierta de las materias de Antropología Teológica I y Teología. Su interés se centra en la metafísica y la dialéctica de la Edad Media.