12/5/2022
Entrevista: Hacia un México unido con identidad y dignidad
Candelaria Lázaro
Sueño que no tengamos que defendernos de los propios mexicanos, de nuestros gobernantes. Que seamos un país libre sin importar si somos indígenas

La filósofa Dra. Sandra Anchondo, profesora de la Universidad Panamericana, realiza una entrevista a la Gobernadora Nacional Indígena, Candelaria Lázaro, de 3 entregas. Véase también segunda parte.

Los pueblos originarios de México han sabido resistir, a través de su maravillosa manera de ver la vida y a pesar de las dificultades que ha implicado el haber sido ignorados, de diversos modos, en las distintas etapas de la historia nacional. La organización y la lucha que se vive dentro de las comunidades son, en sí mismas, muestras de su grandeza.  Conservan todavía sus lenguas, sus formas de entender el mundo y su propia visión de desarrollo. Además, han sabido abrirse al diálogo con los distintos agentes nacionales y ante  las necesidades de un mundo globalizado. Lograrlo no es fácil, pero las comunidades han ideado estrategias varias para ello. Una de las más consolidadas en los últimos años ha dado como resultado el Gobierno Nacional Indígena, nacido de la necesidad de exigir respeto por los derechos de las personas, comunidades y pueblos originarios de México, especialmente de sus usos y costumbres. La actual gobernadora, Candelaria Lázaro, asombra por su compromiso y claridad cuando nos explica en qué consiste este proyecto y cuál es su relevancia política. 

SA- Candelaria, de antemano muchas gracias por esta conversación. Cuéntanos ¿cómo surge el Gobierno Nacional Indígena y qué es?

CL- Surge de las comunidades para exigir el respeto a nuestros derechos y para hacernos ver y que nos tomen en cuenta en los planes y proyectos de los gobiernos constitucionales. También para que se cumplan los acuerdos, convenios y tratados internacionales. 

SA-¿Cómo llega Candelaria Lázaro a ser gobernadora? 

CL- Ya hemos pasado por diversas organizaciones lideradas por personas que no son indígenas, que no comprenden nuestros valores y que nos han prometido gestionar varias necesidades y ayudar. Muchas veces levantamos firmas pero todo quedó en promesas. También en tiempos electorales daban paliativos y sin que las comunidades estuvieran  de acuerdo nos hacían afiliar a algún partido. Ya no queremos perder lo más preciado, nuestra palabra y nuestra hermandad, nuestra unidad.  Yo creo que llego a la gubernatura por mi compromiso, servicio y trabajo, porque yo busco la unión y no como pasa con la acción de los partidos políticos y grupos religiosos que han separado a la comunidad y a la familia que somos. Yo creo que eso es lo que me reconocieron. 

 

SA- Es verdad que eres una figura conocida no solamente a nivel local, en tu comunidad y en Tabasco, sino en otras comunidades de México que se rigen por sistemas normativos propios y eres también una activa colaboradora de organizaciones binacionales de migrantes indígenas, pero nos puedes contar un poco más ¿quién es Candelaria, más allá de la figura pública?

CL-Fui una niña demasiado inquieta, adelantada. Aprendí a hablar español antes que los otros niños del pueblo, siempre estaba dispuesta a aprender más y a aprender rápido. En mi primaria en Tucta, “José Ignacio Ramírez”, mi maestra me pasó de segundo a cuarto año y terminé cursando quinto grado. Pero ahí tuve que enfrentarme a nuevas ideas y a personas diferentes a mí. Yo llevaba mi ropa tradicional y se referían a mí como “la indita”. Jugaban con mi pelo hasta las rodillas.

A mí me parecía bien, no me causaba ningún problema que me dijeran “indita”, yo sabía que éramos indígenas. Pero me di cuenta de que otros niños me defendían y no les gustaba que me dijeran así. Yo creo que a mí no me importaba porque yo crecí feliz, viviendo con mi abuela, quien nos enseñaba cosas hermosas para entretenernos. Éramos felices en la pobreza material, pero teníamos el amor de la abuela. Ella nos enseñó a hacer artesanía de barro, nos enseñó a orar, a cuidar las plantas, la importancia de los árboles.  Mi abuela era médico tradicional y yo la acompañaba a visitar a los enfermos, a atender los partos. Yo no tenía miedo a nada, mi abuela me enseñó a no tener miedo a la muerte y a saber cuáles eran las cosas importantes en la vida.  

Lo que sí tenía eran deseos de leer y cambiar algunas cosas, como sacar a mi madre de la situación en la que estaba. Yo pensaba que leyendo iba a entender por qué llegaban las mujeres golpeadas a que mi abuela las tallara y otras situaciones que no alcanzaba a entender entonces. Quería entender lo que veía y así saber cómo ayudarnos. Siempre he querido ayudar a vivir bien y he creído que leer te abre el camino.  

SA-¿Cómo aprendes a leer en español, Candelaria?

CL-

Yo encontraba en el basurero los libros de “lágrimas y risas”, el de “Mafalda”, el de “Kalimán” y el de “Condorito”. Y un día encontré un libro que era una novela romántica y describía cosas que yo nunca había visto, que aquí no pasaban. Me puse entonces a escribir y a los 8 años empecé a contar historias en la radio. Me sabía muchísimas, pero de repente cambié mi “speech” y me puse a contar las historias de las mujeres y de mi madre, claro con los nombres que yo había aprendido en “lágrimas y risas”. Alondra y todo eso (...) Entonces cuando yo salía con mi abuela al mercado, me encontraba a las personas que me decían “para la próxima vez no me andes espiando” o “¿por qué vas a contar mi vida en la radio?”.

Me acuerdo que una vez, una mujer que estaba vendiendo pescado me decía “no vaya a enterarse mi marido de lo que dijiste” (...) pero los de la radio pensaban que yo traía talento y seguí haciéndolo. Llegó Ana Ofelia Murguía para echar a andar la radio porque ella era la directora de Radio Educación. Vino aquí a Tabasco a ver quiénes eran los locutores y entonces me pusieron a mí en el programa de niños. Llevé este programa que se llamaba “limonada de niños” y contaba historias de niños. Fue cuando empecé a leer otras cosas que me regalaron de Emilio Carballido, de Elena Poniatowska. Ahí leí el cuento de Lilus Kikus. Entonces dijo Elena Poniatowska: “esta niña tiene que hacer guiones”. Y me llevaron a Radio Educación. Así que me fui a Radio Educación a aprender a hacer guiones de radio. Empecé a hablar del maíz, de las parteras y prontamente me volví una especie de figura pública y los políticos decían que trajeran a esa niña para convocar a la gente. Con el favor de Dios tengo un hermano muy estricto. Si no hubiera sido por él yo habría quedado en las garras de la política haciendo quién sabe qué ahorita. Él me mantuvo cuidada. 

SA-¿Cuándo y por qué decides ayudar a las personas de tu comunidad creando la organización “Ixiktak y Ja Patrimonio Cultural”?

CL-Empecé de niña con la casa de gestión a hacer cosas como escribir una carta o a ayudar a las personas a solicitar una beca. Que hay que pedir el agua porque no había agua (...) y todas esas gestiones a mí no me costaba ningún trabajo hacerlas. Yo no lo hacía para que me aplaudieran sino porque se necesitaba en la comunidad. No había facebook, no había whatsapp para difundir. Porque ahorita la gente se come un chicle y dice “me acabo de comer un chicle y es de este sabor”, pero entonces teníamos que ayudar a la comunicación de otras maneras. Y también con el favor de Dios nunca tuve la necesidad de buscar ego, eso me ha ayudado muchísimo. Estuve en el teatro (...) fui a 28 países. Después me tocó estar en el Senado de la República como secretaria técnica en fomento a las artesanías. 

Pero sobre la organización, pues hubo la necesidad porque este pueblo se inunda. No han entendido que con la inundación se contamina toda el agua. Ahorita ya no hay corriente natural, se han tapado vasos reguladores, hay ductos de PEMEX que están rotos y han contaminado el agua. El alimento que tomamos de ahí, como el pescado o los camarones, ahora están contaminados. Entonces yo tuve la necesidad de hacer una organización en 1991 para resolver estas problemáticas. Les dije vamos a organizarnos las mujeres para sembrar árboles porque los árboles nos ayudan a sostener la tierra, a que no se desmorone, a que no sea fangosa. Las raíces se van abrazando. Tuve que gestionar, buscar recursos del municipio o de otras organizaciones más avanzadas (...) y en esa época busqué organizar y tener una fuente económica para las mujeres porque hubo una gran devastación y muchas mujeres se quedaron sin nada. Entonces muchas de ellas dieron a luz en las canoas y yo estuve buscando a sus maridos mientras varios de ellos estaban atendiendo a sus amantes.

Entonces yo dije que tenía que hacer algo. Empezamos con “Mujeres y agua” y a hacer cooperativas solidarias. Así, sin proponérmelo, empecé a ser una figura pública importante, era un referente. Me preparé más y estudié la secundaria porque me dediqué más a la gestión, pero he hecho diplomados en medio ambiente y fui con Al Gore y también me fui a un curso a Costa Rica.

Aprendí a identificar los problemas comunitarios en los ocho ámbitos que hay para un desarrollo: desde la educación, la obra pública, la infraestructura, el medio ambiente, el agua, ahora la equidad de género y, por supuesto, la lucha de organizarnos. Todo esto ha sido necesario porque desafortunadamente en las comunidades indígenas las organizaciones se han vuelto institucionales y han servido para dividirnos. Es así como hemos ido perdiendo nuestra cultura, nuestros valores morales. 

SA- ¿Cuáles son los valores que consideras importante preservar?

CL- La unidad y la hermandad. Porque los valores así generales como ser humano se conservan aún en nuestros corazones y nuestra conciencia. Sabemos que no debemos robar, que no debemos matar… todas las personas, pero los valores que nosotros teníamos de solidaridad y de compañerismo, de ver por todos, de cuidado mutuo, de lo común y de la comunidad, estos se han perdido. Por ejemplo, decíamos que en el pueblo no se puede perder nada porque todo tiene dueño y es un pueblo de familias donde todos nos conocemos, que a todos los adultos se les llaman abuelos (...) pero entrando la constitucionalidad esos valores se fueron diluyendo. A través de la constitución entraron conflictos, porque por un lado respeta una parte del derecho que es de la sociedad en general y, por otro lado, viola el derecho que nos ha otorgado la misma constitución como pueblos originarios libres y con autodeterminación. Pero los gobiernos no han querido armonizar esa parte, al contrario la han dividido más. Porque ¿qué hicieron? Pusieron un delegado, jefe de sector, comisionado ejidal, al presidente de la sociedad de padres de familia, la presidenta de la PROSPERA, el comité de salud, el comité del panteón…. imagínense más de 20 autoridades en una comunidad. Pues cada quien va por su rumbo y lo peor del caso es que creemos que la autoridad por ser así, ya nos va a tomar en cuenta. No ha sido así. Ha habido nombramientos solamente para legitimar esas actitudes y acciones a las que está obligado el gobierno pero es a medias o no lo cumplen. Por otro lado, en los tratados internacionales como la OIT (Organización Internacional del Trabajo) dicen que nosotros debemos estar debidamente informados sobre lo que se vaya a hacer en la comunidad. Tenemos que saber qué va a pasar. Si se piensa cambiar la organización nos tienen que informar, si van a meter un proyecto dentro de la comunidad, también. Saber qué beneficios nos va a traer y qué problemas, porque todo beneficio trae problema. Porque no a todos nos interesa un determinado proyecto. Por ejemplo, yo estoy en contra de los domos que se construyeron aquí. Son domos deportivos y nos quieren meter a fuerzas un deporte que no es nato de nuestra comunidad. El fútbol no es un deporte nativo, nosotros tenemos nuestros propios juegos y no necesitamos de un domo. Tenemos concursos de remar, de tirar la pelota a los hoyos de las matas de coco. Tenemos formas de divertirnos que no requieren ni de cerveza ni de patrocinadores que nos cambien nuestras formas de vida, pero no los hemos podido controlar porque es una visión diferente. 

SA-¿Cómo concibes el poder, Candelaria?

CL-El poder es de la ciudadanía, pero si estamos hablando de un poder querer, es distinto del poder que emana de Dios. Llámese Dios de la Biblia, Dios de la naturaleza, llámenle como quieran, pero no se ve. El solo hecho de estar respirando es por un poder. Ahora cuando el poder se va juntando con la confianza entonces deja de ser un poder. Es la confianza que le damos a una persona para que con voluntad nos sirva. Es un servicio, ya no es poder. 

El asunto es que a veces nos vamos al fanatismo, y eso no nos permite ver cuáles son las responsabilidades que le estamos entregando a una persona a través del voto. Le damos una responsabilidad y le decimos “usted debe responder por que a las comunidades les llegue el recurso. Que haya salud, educación, que el medio ambiente no se deteriore, que la medicina tradicional se difunda, que enseñemos cultura, que compren nuestros productos artesanales”, pero no hay orden en la mente de las autoridades, no saben de las necesidades y la gente les da el poder en el momento, hay que ver nada más cómo los saludan. Pero nuestros funcionarios luego no son capaces. Ponemos a alguien al que hay que ponerle una tropa de gente para que pueda trabajar (...) No deben ellos distribuir todo el dinero y terminar dando dádivas porque no estamos pendientes nosotros. Si no hay reciprocidad, no cumplimos todos con nuestras obligaciones. Allá y acá. Todos hay que cuidar los recursos y administrarlos bien.  Y yo se lo decía al presidente de la República. Nos vino a hacer mal con esa repartición de dinero que está dando que nos ha quitado autoridad a las madres de familia. Y peor aún con los migrantes. No se puede estar feliz con las remesas de los migrantes. Es como si yo te meto en un pozo y te digo que vas a sufrir tragando agua y saliendo del lodo para sacar el oro, pero que el pozo está lleno de oro y que me lo traigas y mientras tú sufres, yo estoy feliz porque me traes oro. 

Es vergonzoso que se vaya la gente del país porque no tenemos buena distribución del poder, la responsabilidad y los recursos. Eso es claro. La otra es las mujeres que sus maridos se fueron al otro lado. Ellas batallan para conseguir dinero porque la casa, el terreno no está a su nombre. Ellas son unas pobres mujeres que se quedaron en el limbo: ya ni con el marido ni con el gobierno. Indefensión completa. 

Todos reclaman el espacio de poder: yo quiero ser diputado, yo quiero ser senador. Las organizaciones civiles pululan, pululan organizaciones con el nombre de los pueblos originarios.

Ahorita somos una moda. Los migrantes y los pueblos indígenas somos una moda porque en el léxico del presidente dice primero los pobres pero antes los indígenas. Aunque después cuando tienen el poder se olvidan de los pueblos indígenas y de cómo y por qué llegaron ahí como representantes.  

SA- ¿Entonces estamos hablando de pura retórica o ves algún compromiso nacional con los pueblos originarios que te de esperanza?

CL-De qué rayos me sirve por ejemplo la serpiente emplumada del zócalo, el espectáculo de colores. Yo lo decía hace poco en la radio. El presidente está haciendo un festín allá creyendo que el folklore es lo que nos va a dignificar. Discúlpeme pero eso no nos va a dignificar. Los indígenas necesitamos que ya dejen de decir “estamos en deuda con los indígenas” ¿Cómo la van a pagar? ç

Nosotros ya les dijimos que, si quieren pagar una deuda, necesitamos que nos doten de materiales para hacer nuestro jardín botánico de medicina tradicional, queremos recursos para el campo, necesitamos poner invernaderos para que las mamás siembren comida para sus hijos, etcétera. Así estarían pagando. Sí, nos invadieron los españoles y ya se fueron, ya se murieron. Se habla de genocidio entonces, pero también los mexicanos ahora quieren que los indígenas desaparezcan hasta que salen beneficios para los indígenas y ahí todo el mundo se apunta. 

SA- En un contexto en el que se requiere atender injusticias estructurales específicas, pero también en el que ser indígena puede traer beneficios políticos a los partidos, es importante tener clara la identidad. Podrías explicarnos ¿qué es para tí ser un indígena?

CL-Primero una persona que vive en una comunidad indígena, que trabaja el campo, que habla la lengua materna, que tiene respeto por sus rituales, respeta a la tierra, pide permiso a los árboles y al agua para hacer uso de ella. Conoce su territorio, sabe de qué árboles está rodeada su casa, sabe de los ciclos de la luna, sabe cuándo es menguante. Si tú sabes todo eso, te mantienes en comunicación con tu territorio, ves por el bien de la comunidad. En cambio, si tú te crees indígena y te vuelves diputada o regidora estás usurpando el espacio de un indígena. Nos hemos vuelto una moneda de cambio, es una necesidad para los partidos políticos por las cuotas y ya encontraron el camino lucrativo y dicen pues yo a ustedes los voy a organizar, les hace falta agua, yo me llevo bien con el presidente, etcétera. Aunque hay también indígenas que ya no se quieren sentir indígenas (...) porque existe la baja autoestima de quien se ve en la necesidad de copiar una imagen para integrarse a un grupo en el cual se siente identificado, más no aceptado. Es ahí donde se ve en la necesidad de transformarse físicamente, pero en su cabeza sabe que no es de ahí. Ese tipo de personas existen. La mentalidad que nos coloca la televisión también afecta, pero ellos solitos cuando se transforman se quitan la dignidad, la esconden ahí tratando de llegar a todo lo que les dijeron que es posible en la televisión, pero ya no tienen identidad y sin identidad no puedes ser indígena. 

SA-¿Cuáles son las cosas más urgentes que necesitan en tu pueblo?

CL-Mantener las plantas medicinales, debido a las inundaciones es difícil conservar las plantas que son tan útiles. Ahora con la pandemia fue muy importante la medicina tradicional porque usamos la hoja de palo mulato, la cáscara del palo mulato. Por eso es algo urgente. También algunas plantas son comestibles o nos proporcionan inmunidad, además de que se mantiene el conocimiento de generación en generación. También hay que velar por la seguridad alimentaria y la calidad del agua. Y, en general, urge el reconocimiento de los pueblos a través de la inclusión de sus formas de pensar, de ver el mundo y de tomar decisiones sobre lo que queremos. En la medida en que podamos vernos incluidos, habrá participación en los espacios políticos. 

También me gustaría que los jóvenes reconozcan su territorio y todo lo que en él existe. Que respeten sus usos y costumbres y acepten lo que les ha sido dado como tradición, como cosmovisión. 

SA- Para que México sea el país que está llamado a ser haría falta no solamente el reconocimiento y respeto de los pueblos originarios, sino también la inclusión de sus formas tradicionales de construir conocimiento, de tratar el entorno natural y de hacer comunidad, pero ¿cómo es el México que sueñas?

CL-Sueño que no tengamos que defendernos de los propios mexicanos, de nuestros gobernantes. Que seamos un país libre sin importar si somos indígenas o no. Ser un país donde los derechos que nos han dado en el papel sean respetados. Que no haya desplazados ni necesidad de migrar a otros lados por falta de oportunidades ni por la inseguridad.